Narvay Quintero Castañeda
Me gusta pensar que tengo casi la misma edad que mi partido político. Les
cuento. La Agrupación Herreña Independiente cristaliza en el pueblo de
San Andrés el 6 de febrero de 1979, por lo que en 2019 conmemoramos
nada más y nada menos que cuarenta años de dedicación política a la Isla
del Meridiano.
Mis padres me cuentan que con apenas dos años yo quería
ponerme a caminar, por las calles de Isora, aunque aún no me tenía en
pie. Es como si siempre hubiera tenido prisa, ganas de trabajar y
emprender. Crecí en mi pueblo escuchando la cantinela repetitiva, en
boca de mis mayores, de las injusticias y desaires de la triple insularidad
en relación a El Hierro. Muchas veces el culpable era el propio Estado
español, pero otras también la falta de sensibilidad del propio Gobierno
de Canarias, asentado en ese pulso, en esa lucha fratricida y pleitista entre
Tenerife y Gran Canaria. Desde pequeño escuchaba a mis familiares y
vecinos quejarse amargamente de las carencias en transporte y su
carestía, de la desatención sanitaria y educativa, del estado de las
carreteras, del aislamiento tremendo al que se sometía a la población
herreña, de la ausencia de muchos servicios básicos sin embargo
funcionando en las “islas mayores”. Recuerdo en mi infancia una isla de El
Hierro con falta de luz, saneamiento, teléfono, incluso simples repetidores
de televisión, una isla donde sus habitantes contaban los meses a partir de
lo que duraban los neumáticos del coche, porque el estado del firme de
las carreteras era infame.
En mi adolescencia comencé a sufrir de un modo más consciente
todos esos problemas. Porque quería estudiar, porque quería competir en
deportes, porque me interesaban determinadas actividades culturales y
oficios, porque, en definitiva, quería tener las mismas oportunidades que
otros adolescentes canarios. Fueron infinitas las veces en que se me
cerraron las puertas solo y exclusivamente por ser herreño. Y, a menudo,
ni siquiera porque estuviera “alejado”, sino porque en muchas
convocatorias de ayudas incluso de antemano se exceptuaba a los
habitantes de la isla de El Hierro. Empecé a pensar en esa Canarias de dos
velocidades, la de las islas capitalinas y la de las islas no capitalinas. Casi de
modo inconsciente, pero también por sufrir todas esas injusticias en mis
propias carnes, fue generándose una conciencia política en mí que, casi sin
yo saberlo, estaba abocada a canalizarse en un partido como la
Agrupación Herreña Independiente (AHI). Comencé a observar y leer las
argumentaciones de numerosos políticos canarios cuando reivindicaban
que se contemplara la singularidad canaria en relación a las políticas de
Estado. Se quejaban amargamente del maltrato de Madrid, de la
“metrópoli”, decían, sin caer en la cuenta de que demasiadas veces se
hacía lo mismo con El Hierro desde las sedes de Gobierno en Tenerife o
Gran Canaria. Es por todo esto que tuve claro la imperiosa necesidad de
un partido como AHI, una formación que recordara, también, las
singularidades herreñas que, además, no son pocas, desde ser la isla más
pequeña (La Graciosa por entonces casi no estaba en los mapas) y menos
poblada, a ser la más “alejada” de los centros del poder político.
Supe que si los herreños no lográbamos representantes en los
centros de decisión, sobre todo en el Gobierno, no podríamos recordar ni
explicar las especificidades insulares herreñas. Pongo un ejemplo: si para
todos los repartos de obras y fondos públicos solo se utiliza como criterio
por ejemplo el poblacional, en El Hierro apaga y vámonos, como recuerda
ese chiste de muy mal gusto que dice que con los herreños lo que hay que
hacer es ponerles un barrio en Tenerife y sacarlos de la isla. A lo largo de
mi juventud todas esas desatenciones me fueron doliendo, como decía, y
un buen día, tuve la oportunidad de conversar con los fundadores de este
partido: Tomás Padrón, Sebastián Cabrera, Juan Carmelo Padrón, Juan
Manuel Armas, Sotero León, Juan Miguel Ayala, Tomás Sergio Casañas,
Marcelino Padrón, Maximiliano Cejas, Santiago Álvarez y Eladio Mérida.
Dicho y hecho. En realidad no tuvieron que convencerme, ya estaba
sembrada dentro de mí la semilla de una vocación política que no ha
hecho sino crecer dentro de mí, sobre todo a partir de que fuera elegido
senador por El Hierro y pude comprobar cómo los representantes canarios
en los partidos políticos estatales no nos sirven. ¿Y por qué no? Pues
porque esos partidos políticos, PSOE, PP, Podemos y Ciudadanos, tienen
una disciplina nacional en la que no caben ni pueden contemplarse las
singularidades canarias.
Dentro de mí todavía está aquel niño que hace 42 años nació en
Isora y tenía prisa por vivir, dejar huella, hacer trabajos en pro del bien
público. Quiero pensar, después de los años transcurridos y después de
haber tenido el privilegio de ostentar diferentes responsabilidades en el
Gobierno de Canarias, que estoy aportando mi granito de arena a hacer
una política más justa y a crear la conciencia necesaria para que los
canarios confíen en que Canarias se construye desde todas las islas, a una
misma velocidad y con el latido de un solo corazón.
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